miércoles, 21 de septiembre de 2011

"Entrada Triunfal"


El proceso de independencia de México fue uno de los más largos de América Latina. El desgaste del movimiento y el indulto ofrecido por el virrey Apodaca habían logrado que algunos jefes insurgentes dejaran la lucha. Dirigido por el canónigo Monteagudo, el grupo de la Profesa logró que Apodaca nombrara a Agustín de Iturbide, comandante del ejército del sur, con la consigna de acabar con Guerrero. La habilidad de Iturbide, su sutil olfato político, hicieron que, en lugar de perseguir a Guerrero, lanzara el plan de Iguala, declarando a México país independiente, católico, hogar de peninsulares, criollos, indios y negros por igual. A este plan se adhirieron guarniciones españolas, tanto como insurgentes. Particularmente la unión de las fuerzas de Guerrero e Iturbide, originó el ejercito Trigarante, que rápidamente se apoderó de la Nueva España.
Apodaca fue destituido por su propia guarnición y regresó a España. Iturbide pactó alianzas con los jefes insurgentes y persuadió a buena parte de las fuerzas realistas de sumarse a su causa. Fungió además como intermediario para entregar la capital sin derramamiento de sangre, entablando negociaciones con el general Novella quien reconoció la autoridad de O´Donojú y le entregó el mando de la guarnición el 13 de septiembre. Fue así como, tras la firma de los tratados, el ejército español que permanecía defendiendo la capital, emprendió su retirada hacia Veracruz. Entonces el ejército Trigarante, al mando de Iturbide, hizo su entrada triunfal con un numeroso contingente en la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, consumando la Independencia. El desfile fue espectacular. Así, al menos, lo han descrito los pinceles y las crónicas: los colores verde, blanco y rojo de la bandera Trigarante (simbolizaban la pureza de la religión católica, la independencia y la unión entre mexicanos y españoles, y las franjas estaban entonces dispuestas en forma diagonal) prevalecieron en las compañías mezcladas de insurgentes y ex realistas. Todo el camino estaba adornado con banderas, oriflamas y arcos triunfales en esos colores y figurando el águila como blasón.
Por primera vez, una conciencia de patria, de unidad, de pertenencia y autodeterminación, alumbraba el sentimiento de los mexicanos. Sin embargo, Iturbide desvió su paso para que una persona muy especial presenciara el desfile desde su balcón: se trataba de María Ignacia Rodríguez de Velasco, la mítica Güera Rodríguez,  ante cuya belleza y encantos se cuenta que caían rendidos por igual realistas e insurgentes.
Iturbide presidió la Junta Provisional Gubernativa y, al desconocer España los Tratados de Córdoba, fue coronado emperador, entrando en conflicto con el Congreso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario